martes, 25 de marzo de 2014

Capitulo 1❤


   Gonzalo y yo cargamos las últimas dos cajas en el camión de mudanzas. Deslizo la puerta hacia abajo y pongo el seguro, guardando dieciocho años de recuerdos, todos ellos incluyen a mi papá. 
 Han pasado seis meses desde que falleció. Tiempo suficiente para que mi hermano de nueve años, Gonzalo, no llore cada vez que hablábamos de él, pero lo suficientemente reciente para que estuviéramos siendo 
obligados a aceptar las consecuencias financieras que vienen con una nueva familia de madre soltera. Una familia que no podía permitirse el lujo de permanecer en Texas y en el único hogar que he conocido. 
    Mi madre siempre ha tenido la habilidad de dar una conferencia entera con una sola mirada. Conseguí la mirada. Subo los escalones del porche y voy al interior de la casa para hacer un recorrido antes del último giro de la llave. Todas las habitaciones estaban extrañamente vacías. No parece que esté caminando a través de la misma casa en donde he vivido desde el día en que nací. Estos últimos seis meses han sido un torbellino de emociones, todas ellas deprimentes. Mudarse de esta casa era inevitable, me daba cuenta de eso. Sólo que esperaba que sucediera después de terminar mi último año de escuela. 
Estoy de pie en lo que ya no es nuestra cocina cuando vislumbro 
un pasador de plástico morado para el cabello expuesto debajo del 
gabinete, en el espacio en donde el refrigerador estuvo una vez. Lo 
recojo, limpio el polvo y lo recorro de un lado a otro entre mis dedos. 
—Va a crecer de nuevo —dice papá. 
Tenía cinco años y mi madre había dejado sus tijeras en la repisa 
del baño. Al parecer, había hecho lo que la mayoría de los niños de esa 
edad hacen. Me corté mi propio cabello. 
—Mami va a estar muy enojada conmigo —exclamé. Pensé que si 
me cortaba el cabello, inmediatamente volvería a crecer y nadie se daría cuenta. Corté un pedazo bastante grande de mi flequillo y me senté frente al espejo por probablemente una hora, esperando a que volviera a crecer. Tomé las lacias hebras marrones del suelo y las sostuve en mi mano, considerando cómo podía fijarlas de vuelta a mi cabeza, cuando comencé a llorar. 
Cuando papá entró al baño y vio lo que había hecho, él sólo 
sonrió y me levantó para luego ponerme sobre la encimera. —Mamá no lo notará, Pau. —Prometió mientras quitaba algo del armario del baño—. Casualmente tengo un pedazo de magia aquí. —Abrió su mano y me mostró el pasador morado—. Siempre y cuando tengas esto en tu cabello, mamá nunca lo sabrá —apartó los mechones de cabello que quedaban a un lado y los fijó en su lugar con el pasador. Entonces me giró para verme al espejo—. ¿Ves? ¡Como nuevo!.
  Miré nuestro reflejo en el espejo y me sentí como la chica más 
afortunada en el mundo. No sabía de otro papá que tuviera pasadores mágicos. Usé el pasador en mi cabello todos los días durante dos meses y mi madre nunca lo mencionó. Ahora que miro atrás, me doy cuenta de que probablemente él le contó lo que había hecho. Pero cuando tenía cinco años, yo creía en su magia. 
Me parezco más a mi madre que a él. Mamá y yo somos de 
estatura media. Después de tener dos hijos, ella realmente no podía 
caber en mis pantalones, pero somos bastante buenas en compartir 
todo lo demás. Las dos tenemos cabello castaño que, dependiendo del clima, es liso u ondulado. Sus ojos son de un verde esmeralda más profundo que los míos, aunque podría ser que la palidez de su piel los hiciera más prominentes. 
Me parezco a mi padre en todas las maneras que importan. 
Teníamos el mismo seco sentido del humor, la misma personalidad, el mismo amor por la música, la misma risa. Gonza es una historia diferente. Él tiene el aspecto físico de nuestro papá, con su sucio cabello rubio y rasgos suaves. Es pequeño para nueve años, pero su personalidad compensa lo que le falta físicamente. 
Camino hacia el lavabo y lo abro, frotando mi pulgar sobre los 
trece años de mugre reunidos en el pasador. Gonza camina hacia atrás en la cocina, mientras estoy secándome las manos en mis pantalones. Es un niño extraño, pero no podría amarlo más. Tiene un juego que le gusta jugar al que llama ―Día al Revés‖, donde pasa la mayor parte del tiempo caminando por todas partes de reversa, hablando al revés e incluso pide postre primero. Supongo que con una gran diferencia de edad y sin otro hermano, tenía que encontrar alguna manera de entretenerse. 
—¡Apresúrate dice mamá, Paula! —dice, al revés. 
Pongo el broche en el bolsillo de mis pantalones y regreso a la 
puerta, cerrando mi casa por última vez.


Espero que les guste la nove soy @Pau_Peter_Fans el que quiera me avisa y se la paso !! espero comentarios, voy a subir uno o dos caps por dia ! Si  no subo les avisare por twitter, por que es horrible esperar y que no suban ! Gracias besos. Fer❤

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