miércoles, 26 de marzo de 2014

Capitulo 5❤



      Y eso fue exactamente lo que me propuse hacer tan pronto como me arrastré fuera de la cama y mis pies descalzos encontraron el suelo helado debajo de ellos. Tomé un suéter de mi armario y me lo puse sobre mi sudadera y mi camiseta de tirantes mientras busco calcetines. Intento inútil. Silenciosamente voy de puntillas por el pasillo, tratando de no despertar a nadie mientras al mismo tiempo intento exponer lo menos posible a mis pies a la frialdad de la madera oscura. A medida que paso el cuarto de Gonza, veo sus pantuflas de Darth Vader en el suelo. Me deslicé sobre ellas, finalmente encontrando un poco de alivio mientras me dirigía a la cocina. 
       Busco alrededor a la cafetera, pero no la encuentro. Recuerdo que la empaqué en el Jeep, lo cual es lamentable ya que el Jeep está estacionado afuera. Afuera, en este clima absurdamente frío.
          
       Las chaquetas están en ninguna parte para ser encontradas. Los septiembres en Texas raramente requerían chaquetas. Tomo las llaves y decido que sólo voy a tener que hacer una carrera loca hacia el Jeep. Abro la puerta principal y algún tipo de sustancia blanca está por todo el jardín. Me toma un segundo darme cuenta de lo que es. ¿Nieve? ¿En septiembre? Me agacho, recojo un poco en mis manos y la examino. No nieva a menudo en Texas, pero cuando pasa no es este tipo de nieve. La nieve de Texas es más como minúsculos pedazos de granizo duro como una piedra. La nieve de Michigan es justo como imaginaba que sería la nieve real: mullida, suave y ¡fría! Rápidamente dejo caer la nieve y seco mis manos sobre mi sudadera mientras me dirijo al Jeep. No llego muy lejos. En el segundo en que mis pantuflas de Darth Vader encuentran la nieve espolvoreada por el concreto, ya no estoy mirando al Jeep frente a mí. Estoy de espaldas, mirando hacia el cielo azul. Inmediatamente siento dolor en mi hombro derecho y me doy cuenta de que aterricé sobre algo duro. Alcanzo alrededor y saco un gnomo de jardín de debajo de mí, la mitad de su sombrero rojo está roto y destrozado en pedazos. Me está sonriendo. Gimo y levanto el gnomo con mi brazo bueno y lo jalo hacia atrás, preparándome para tirar la cosa, cuando alguien me detiene.

 —¡Esa no es una buena idea! De inmediato reconozco la voz de Pedro. Su voz es suave y relajante como era la de mi padre, pero al mismo tiempo tenía un borde de autoridad en ella.

 Me siento y veo a Pedro caminando por la entrada hacia mí. —¿Estás bien? —Se ríe. Oh, no. Ni siquiera me he mirado en el espejo esta mañana. Estoy inmediatamente avergonzada, pero hago todo lo posible para aparentar lo contrario.

    —Me sentiré mucho mejor después de reventar esta maldita cosa —menciono, tratando de levantarme sin éxito. 

  —No quieres hacer eso, los gnomos son de buena suerte —dice mientras me alcanza. Toma el gnomo de mis manos y lo coloca gentilmente sobre el césped cubierto de nieve. 
     

—Sí —contesto con sarcasmo mientras me fijo en la herida de mi hombro que se ha convertido en un círculo de color rojo brillante en la manga de mi suéter—. 

   Verdadera buena suerte. Pedro para de reír cuando ve la sangre en mi camisa. —Oh, Dios mío, lo siento mucho. No me habría reído si hubiera sabido que estabas herida —se inclina y toma mi brazo sano y me jala hacia arriba—. 

   Necesitas tener una venda sobre eso. —No tengo idea de dónde encontrar una en este momento — respondo, refiriéndome a los montones de cajas sin abrir que aún no hemos desempacado.

 —Vas a tener que caminar conmigo. Hay algunas en nuestra cocina. 

    Se quita su chaqueta y la envuelve alrededor de mis hombros, sujetando mi brazo mientras me encamina a cruzar la calle. Me siento un poco patética con él ayudándome, puedo caminar por mi cuenta. Sin embargo, no me opongo y me siento hipócrita al movimiento feminista entero. He regresado a la damisela en apuros.   
     Me quito su chaqueta y la pongo en el respaldo del sofá, mientras lo sigo hasta la cocina. Está aún muy oscuro dentro, así que asumo que todo el mundo está durmiendo. Su casa es más espaciosa que la nuestra. Los planos de planta abierta son similares, pero la sala parece ser algunos metros más grande. Hay un ventanal a la izquierda de la sala con un banquillo y almohadas grandes.

    Varias fotos familiares cuelgan a lo largo de la pared opuesta a la cocina. La mayoría de ellas son de Pedro y su pequeño hermano con un par de fotos que incluyen a sus padres.

    Me acerco a inspeccionar las fotos mientras Pedro busca una venda. Deben de haber obtenido los genes de su padre. En la foto más reciente, la cual aún se ve de hace unos pocos años, su padre tiene sus brazos alrededor de dos niños y los está apretando juntos para una foto improvisada. Su cabello negro azabache está salpicado de gris y un espeso bigote negro delinea su enorme sonrisa. Sus rasgos son idénticos a los de Pedro. Ambos tienen ojos que sonríen cuando se ríen, exponiendo unos perfectos dientes blancos.
     
   La madre de Pedro es impresionante. Tiene el cabello largo y rubio y, en las fotos al menos, luce alta. No puedo escoger ningún rasgo facial de ella que se hubiera transmitido a sus hijos. Tal vez Pedro tiene su personalidad. Todas las fotografías de la pared prueban una gran diferencia entre nuestras casas: ésta es un hogar. 

      Entro en la cocina y tomo un asiento en el bar. 

—Necesita limpiarse antes de poner el vendaje —dice mientras se arremanga la camisa y abre el grifo. Lleva una camisa amarilla pálida con botones hasta el cuello que es ligeramente transparente bajo las luces de la cocina, revelando la silueta de su camisa interior. Tiene amplios hombros y las mangas están ajustadas alrededor de los músculos en sus brazos. La cima de su cabeza está frente al gabinete por encima de él, y calculo por las similitudes en nuestras cocinas, que mide unos quince centímetros más que yo. Estoy mirando el patrón de su corbata negra, que está sobre su hombro en un intento de evitar que se mojara, cuando cierra la llave y camina de vuelta al bar. 

   Siento mi cara ruborizándose mientras tomo una servilleta húmeda de sus manos, no orgullosa de la cantidad de atención que su físico está recibiendo de mi. 

   —Está bien —digo mientras bajo la manga de mi hombro—. Yo puedo. 

    Abre un vendaje mientras limpio la sangre de la herida. — Entonces, ¿qué estabas haciendo afuera en tu pijama a las siete de la mañana? —Pregunta—. ¿Aún están descargando? 

   Sacudo mi cabeza y me inclino hacia adelante y tiro la servilleta al bote de basura. —Café. 

—¿Café? Supongo que no eres una persona madrugadora. —Pedro dijo esto más como una afirmación que como una pregunta.
   
    A medida que se acercaba para poner el vendaje en mi hombro, pude sentir su aliento en mi cuello. Me froto los brazos para esconder los escalofríos que se arrastraban en ellos. Lo adhiere a mi hombro y me palmea.
     
    —Listo. Tan bueno como nuevo —dice. 

   —Gracias. Y soy una persona madrugadora —digo—, después de tener mi café. —Me pongo de pie y miro por encima de mi hombro, fingiendo inspeccionar el vendaje y así planear mi próximo movimiento. Ya le agradecí. Podría girarme y salir ahora, pero eso podría parecer grosero después de que me ayudara. Solo permanecer aquí esperando que haga algo más que una pequeña charla, podría hacerme ver estúpida por no irme. No entendía por qué estaba contemplando acciones básicas a su alrededor. ¡No es más que otro habitante! 

     Cuando me doy la vuelta, él está en el mostrador vertiendo una taza de café. Camina y la pone sobre la mesa frente a mí. 
 —¿Quieres crema o azúcar? 

    Niego con la cabeza.  —Negro está bien. Gracias —digo mientras tomo la taza y le doy un sorbo.
      
      Está apoyado sobre la barra viéndome mientras bebo el café. Sus ojos son exactamente del mismo color verde oscuro como los de su madre en las fotos. Supongo que sí consiguió un rasgo de su ella. 
       Sonríe e interrumpe nuestra mirada viendo su reloj. —Tengo que irme, mi hermano está esperando en el coche y debo ir a trabajar — dice—. Te encaminaré de regreso. Puedes quedarte la taza. 

    Miro la taza antes de tomar otro sorbo y notar las grandes letras estampadas en el costado. El Papá más Genial del Mundo. Es exactamente la misma que mi padre solía usar para beber café. 
     
—Estaré bien —digo mientras me dirijo hacia la puerta principal—.
 Creo que tengo toda la cosa de caminar erguida por ahora. 
     
    Me sigue afuera y cierra la puerta detrás de él, insistiendo en que tomara su chaqueta conmigo. La pongo sobre mis hombros, le agradezco de nuevo, y luego cruzo la calle. 
     
 —¡Paula! —grita justo cuando estoy a punto de entrar a mi casa. Me giro hacia él y está de pie en su entrada. 

—¡Que la fuerza te acompañe! —Se ríe y salta en su coche y se retira de la calzada mientras estoy ahí, mirando hacia las pantuflas de Darth Vader que aún sigo usando. Clásico.

Gracias por sus comentarios ! la nove adaptada son 3 temporadas o partes como la quieran llamar ! Espero sus comentarios si hay 5 , subo dos mas !! Fer❤ 

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