martes, 25 de marzo de 2014

Capitulo 2❤

  En el transcurso de los siguientes días, mi madre y yo nos alternamos entre conducir mi Jeep y el camión de mudanzas, deteniéndonos sólo dos veces en hoteles para dormir. Gonza cambiaba
entre mamá y yo, viajando el último día conmigo en el camión. Completamos el último agotador tramo de nueve horas durante toda la noche, deteniéndonos sólo una vez para un pequeño descanso. A medida que nos acercamos a nuestra nueva ciudad de Ypsilanti, me fijo en lo que me rodea y en el hecho de que es septiembre, pero mi calefactor está encendido.Definitivamente voy a necesitar un nuevo guardarropa.


Mientras hago una última vuelta a la derecha en nuestra calle, mi
GPS me informa que he ―llegado a mi destino.‖


―Mi destino‖, me rio en voz alta. Mi GPS no sabe ponerse de
rodillas.


    La calle sin salida no es muy larga, bordeada con unas ocho casas de ladrillo de un solo piso a cada lado de la calle. Hay una canasta de baloncesto en una de las entradas de coches, lo que me da esperanzas de que Gonza pueda tener a alguien con quien jugar. Honestamente, parece un vecindario decente. Los jardines están bien cuidados, las aceras están limpias, pero hay demasiado concreto. Demasiados caminos de concreto. Ya echo de menos mi casa.


    Nuestro nuevo casero nos envió por correo electrónico fotos de la casa, así que inmediatamente identifico cuál es la nuestra. Es pequeña. Realmente pequeña. En Texas teníamos una casa estilo rancho con varios acres de terreno. La minúscula cantidad de tierra que rodeaba esta casa era casi nada más que concreto y gnomos de jardín. La puerta principal se mantiene abierta y veo a un hombre mayor que supongo es nuestro nuevo casero saliendo para saludar. Conduzco pasando la casa a unos cuarenta metros y así puedo regresar a la entrada donde la parte trasera del camión estará de frente a la puerta. Antes de poner la palanca de cambios en reversa, sacudo a Gonza para despertarlo. Ha estado desmayado desde Indiana.
—Gonza, despierta —susurro—. Llegamos a nuestro destino. Estira las piernas y bosteza, luego pega su frente a la ventana para echarle un vistazo a nuestro nuevo hogar.
—Oye, ¡hay un niño en el patio! —dice Paula—. ¿Crees que él viva en nuestra casa también?
—Espero que no —respondo—. Pero probablemente es un vecino. Sal y ve a presentarte mientras doy marcha atrás.
     Cuando el camión de mudanzas está apoyado con éxito, pongo la palanca de cambios en neutral, bajo las ventanas y apago el motor. Mi madre aparca a lado en mi Jeep. Observó mientras ella sale y saluda al casero. Me acurruqué hacia abajo unos cuantos centímetros en el
asiento y apoyé mi pie en el tablero. Inclino mi cabeza para atrás y miró a Gonza y a su nuevo amigo luchando con unas espadas imaginarias en la calle. Estoy celosa de él. Celosa del hecho de que puede aceptar la mudanza con tanta facilidad, y yo estoy atrapada siendo la niña
enojada y amargada.
    Estaba molesto cuando mamá decidió la mudanza. Sobre todo porque estaba en la mitad de la temporada de su pequeña liga. Tenía amigos que extrañaría, pero a la edad de nueve años tu mejor amigo suele ser imaginario, y transatlántico. Mamá lo sometió con bastante
facilidad al prometerle que podría inscribirse en hockey, algo que él quería hacer en Texas. Era un deporte difícil de encontrar en la población rural del sur.
     Después de que ella estuvo de acuerdo, él estaba bastante optimista, si no es que avivado por Michigan. Entiendo por qué tenemos que mudarnos. Papá había hecho una vida respetable manejando una tienda de pinturas. Mamá trabajaba Entiendo por qué tenemos que mudarnos. Papá había hecho una vida respetable manejando una tienda de pinturas. Mamá trabajaba como enfermera cuando lo necesitaba, pero mayormente atendía la casa y a nosotros. Alrededor de un mes después de su muerte, ella fue capaz de encontrar un trabajo de tiempo completo. Podía ver la tensión de la muerte de mi padre pasándole factura, además de ser la nueva cabeza del hogar.
    Una noche, durante la cena, nos explicó que no le quedaban los ingresos suficientes para seguir pagando todas las cuentas y la hipoteca. Dijo que había un trabajo que podría pagarle más, pero tendríamos que mudarnos. Le ofrecieron un puesto de trabajo de su amiga de secundaria, Brenda. Crecieron juntas en la ciudad natal de mi madre, Ypsilante, en las afueras de Detroit. Le pagaba más de lo que podría encontrar en Texas, por lo que no tuvo más opción que aceptar.
  No la culpo por la mudanza. Mis abuelos han fallecido y no tenía a nadie más que la ayudara. Entiendo por qué teníamos que hacerlo, pero entender una situación no siempre la hace más fácil.
—¡Paula, estás muerta! —gritó Gonza por la ventana abierta mientras empujaba la espada imaginaria contra mi cuello. Me esperó para que me desplomara, pero sólo rodé mis ojos—. Te apuñalé. ¡Se supone que tienes que morir! —dice.
—Créeme, ya estoy muerta —murmuro mientras abro la puerta y salgo.
 Los hombros de Gonza caen y baja la mirada al concreto, su espada imaginaria yace a su lado. El nuevo amigo de Gonza está detrás de él luciendo tan derrotado, causando que me arrepienta de inmediato de transferirles mi mal humor.
—Ya estoy muerta —digo en mi mejor voz de monstruo—, porque
¡soy un zombi!
       Empiezan a gritar mientras estiro mis brazos frente a mí, ladeo mi
cabeza y hago un sonido de gorgoteo. —¡Cerebros! —refunfuño mientras camino con mis piernas rígidas tras de ellos alrededor del camión—. ¡Cerebros!
    Lentamente rodeó el frente del camión manteniendo mis brazos frente a mí cuando me doy cuenta de alguien sosteniendo a mi hermano y a su nuevo amigo por el cuello de sus camisas.
—¡Los tengo! —Grita el extraño mientras sostenía a los dos chicos gritando.
    Se veía un par de años más grande que yo y un poco más alto. ―Caliente‖ sería como la mayoría de las chicas lo describirían, pero yo no soy como la mayoría. Los niños se sacuden alrededor y flexionan sus músculos bajo sus mangas mientras él trata de retenerlos con fuerza.
   A diferencia de Gonza y yo, es inconfundible que estos dos son hermanos. Aparte de la obvia diferencia de edad, son idénticos. Ambos tienen una suave piel aceitunada, el mismo cabello negro azabache, incluso el mismo estilo de corte de cabello. Él se ríe mientras Gonza se libera y empieza a rebanarlo con su ―espada.Él me mira y articula ―ayuda, cuando me doy cuenta de que todavía estoy congelada en mi pose de zombi. Mi primer instinto es arrastrarme dentro del camión de mudanzas y esconderme en el suelo durante el resto de mi vida. En su lugar, gritó ―Cerebros una vez más y me lanzo hacia delante, fingiendo morder al niño más joven en la parte superior de su cabeza.
   Tomo a Gonza y a su nuevo amigo y empiezo a hacerles cosquillas hasta que se derritieron en montoncitos sobre la entrada de concreto. Al enderezarme, el hermano mayor me tiende su mano. —Hola, soy Pedro. Vivimos al otro lado de la calle —dice mientras señalaba la casa justo en frente de la nuestra.  


Espero que les guste y espero sus comentarios aca o en @Pau_Peter_Fans !! Mañana dos mas !besos y buenas noches !Gracias por leer.Fer

1 comentario: